El banquete de platón resumen

El banquete de platón resumen

Citas del Simposio de Platón

La “escalera del amor” aparece en el texto Simposio (c. 385-370 a.C.) del antiguo filósofo griego Platón. Trata de un concurso en un banquete de hombres, en el que se pronuncian discursos filosóficos improvisados en alabanza de Eros, el dios griego del amor y el deseo sexual. Sócrates resume los discursos de cinco de los invitados y luego relata las enseñanzas de una sacerdotisa, Diotima. La escalera es una metáfora del ascenso que un amante puede hacer desde la atracción puramente física hacia algo bello, como un cuerpo bello, el peldaño más bajo, hasta la contemplación real de la Forma de la Belleza en sí.

Diotima le dice a Sócrates que si alguna vez llegara al peldaño más alto de la escalera y contemplara la Forma de la Belleza, nunca más se dejaría seducir por los atractivos físicos de las jóvenes hermosas.  Nada podría hacer que la vida mereciera más la pena que disfrutar de este tipo de visión.  Dado que la Forma de la Belleza es perfecta, inspirará la virtud perfecta en aquellos que la contemplen.

Este relato de la escalera del amor es la fuente de la conocida noción de “amor platónico”, por el que se entiende el tipo de amor que no se expresa a través de las relaciones sexuales.  La descripción de la ascensión puede verse como un relato de la sublimación, el proceso de transformación de un tipo de impulso en otro, generalmente, uno que se considera “más elevado” o más valioso.  En este caso, el deseo sexual de un cuerpo bello se sublima en un deseo de comprensión y entendimiento filosófico.

Simposio de la Placa

El Simposio (griego antiguo: Συμπόσιον, Sympósion [sympósi̯on]) es un texto filosófico de Platón fechado entre el 385 y el 370 a.C.[1][2] Representa un concurso amistoso de discursos extemporáneos pronunciados por un grupo de hombres notables que asisten a un banquete. Entre los hombres se encuentran el filósofo Sócrates, el general y político Alcibíades y el dramaturgo cómico Aristófanes. Los discursos se pronuncian en alabanza a Eros, el dios del amor y el deseo.

En el Simposio, Eros es reconocido tanto como amor erótico como un fenómeno capaz de inspirar valor, coraje, grandes hechos y obras, y vencer el miedo natural del hombre a la muerte. Se considera que trasciende sus orígenes terrenales y alcanza cotas espirituales. Esta extraordinaria elevación del concepto de amor plantea la cuestión de si algunas de las extensiones más extremas del significado podrían tener una intención humorística o de farsa. Eros se traduce casi siempre como “amor”, y la palabra inglesa tiene sus propias variedades y ambigüedades que proporcionan desafíos adicionales al esfuerzo por comprender el Eros de la antigua Atenas[3][4][5].

Resumen del Fedro de Platón

Comienza Fedra. Según él, el mayor bien para un hombre es tener una amante. El amor es la mejor guía en la vida, porque nos hace huir de las acciones feas y hacer sólo las buenas. Un ejército de amantes sería invencible porque ningún hombre sería un guerrero cobarde y malvado.

Pausanias toma su turno. En su opinión, el problema está mal planteado. Se le pidió que cantara el amor como si fuera una sola cosa, luego hay varios tipos de amor. Hay que buscar qué tipo de amor es digno de alabanza.

Lo mismo ocurre con el amor: “Es malo ceder a un hombre de manera miserable y desdichada, y es bueno dar una gran manera a un hombre de valor”. Pausanias elogia la “Afrodita celestial”, que tiene lugar entre hombres que aman tanto el cuerpo como la mente, en contraposición a la “Afrodita popular”, que tiene lugar entre personas de sexo opuesto simplemente con el fin.

El amor del cuerpo es menor que el amor de la mente, porque el primero es efímero, “tan pronto como la flor de este cuerpo se desvanece que amaba, vuela a tirar de las alas, traicionando todos los discursos y promesas. ” Mientras que “el que ama el alma es el amante toda la vida, porque se adhiere a algo constante”.

Resumen del simposio de Platón pdf

De todas las obras de Platón, el Simposio es la más perfecta en su forma, y puede considerarse que contiene más de lo que ningún comentarista ha soñado jamás; o, como dijo Goethe de uno de sus propios escritos, más de lo que el propio autor sabía. En efecto, tanto en la filosofía como en la profecía, a menudo se pueden transmitir vislumbres del futuro con palabras que difícilmente podrían haber sido comprendidas o interpretadas en el momento en que fueron pronunciadas (compárese con Symp.), que eran más sabias de lo que el autor de las mismas quería decir, y que no podrían haber sido expresadas por él si se le hubiera interrogado al respecto. Sin embargo, Platón no era un místico, ni se vio afectado en ningún grado por las influencias orientales que posteriormente se extendieron por el mundo alejandrino. No era un entusiasta ni un sentimentalista, sino alguien que sólo aspiraba a ver la verdad razonada, y cuyos pensamientos se explican claramente en su lenguaje. En sus escritos no se encuentra ningún elemento extraño, ni de Egipto ni de Asia. Y más que cualquier otra obra platónica, el Simposio es griego tanto en estilo como en tema, teniendo una belleza “como la de una estatua”, mientras que el Diálogo del Fedro, que lo acompaña, está marcado por una especie de irregularidad gótica. Más que en cualquier otro de sus Diálogos, Platón se emancipa de las filosofías anteriores. El genio del arte griego parece triunfar sobre las tradiciones de los sistemas pitagórico, eleático o megárico, y “la vieja disputa de la poesía y la filosofía” tiene al menos una reconciliación superficial. (Rep.)